Un nuevo tipo de mundo terrestre: los planetas granates
De los más de 3500 planetas extrasolares descubiertos
hasta la fecha apenas sabemos nada sobre ellos más allá de su órbita, su
masa aproximada o su tamaño. Solo en unos pocos casos conocemos al
mismo tiempo la masa y las dimensiones, un requisito necesario para
determinar la densidad. Con este dato ya podemos comenzar comparar los
exoplanetas con los planetas de nuestro sistema solar con el fin de
encontrar las semejanzas y diferencias con respecto a los mundos ya
conocidos. Y uno de los descubrimientos más importantes de estos últimos
años es que planetas con la misma densidad pueden ser radicalmente
distintos. ¿Por qué? Pues porque aquí entra en juego la composición
química.
La proporción de elementos que encontramos en el sistema solar es más
o menos universal, pero pequeños cambios en la abundancia relativa de
algunos de ellos pueden dar como resultado planetas muy distintos y
fascinantes. Quizás el caso más famoso es el de los planetas de carbono,
mundos exóticos con mantos de diamante que podrían existir en sistemas
donde la proporción entre el carbono y el oxígeno es mayor que la
encontrada en el sistema solar. Más recientemente varios astrónomos han
sugerido la posibilidad de que existan mundos granate, o lo que es lo
mismo, planetas con una mayor proporción de silicio que la solar.
Veamos cómo es esto posible. La mayor parte de los minerales de la
corteza y manto de los planetas terrestres del sistema solar son
agrupaciones de óxidos de silicio. Pero evidentemente no todos son
iguales. En la Tierra los minerales más abundantes que podemos encontrar
pertenecen al grupo de la olivina, pero esto no tiene que ser así en
todos los planetas de tipo terrestre, independientemente de que su
densidad sea similar a la Tierra. En exoplanetas terrestres con una
mayor proporción de silicio los minerales más abundantes podrían
pertenecer a la familia del granate. ¿Y qué implicaciones tiene esto?
Pues muchas. Los minerales como el granate son más rígidos que los
relacionados con la olivina, por lo que sería más difícil mantener una
tectónica de placas activa durante mucho tiempo. Estos planetas podrían
tener un aspecto exterior similar al terrestre, pero sin tectónica de
placas resulta más complicado regular el clima durante largos periodos
de tiempo, por lo que la habitabilidad de los planetas granate sería
significativamente inferior a la de los ‘planetas olivina’ como la
Tierra.
Un equipo de científicos liderado por Johanna Teseke ha llegado a
esta conclusión después de estudiar múltiples estrellas con el
espectrógrafo APOGEE (Apache Point Observatory Galactic Evolution
Experiment) en el telescopio SFT (Sloan Foundation Telescope) de 2,5
metros de Nuevo México. Gracias a este instrumento han sido capaces de
medir la proporción de elementos pesados en un campo estelar que
coincide en buena parte con el campo observado por el telescopio
espacial Kepler. Muchas de las estrellas analizadas por APOGEE tienen
planetas a su alrededor que fueron descubiertos por Kepler, como por
ejemplo Kepler 102 y Kepler 407. Kepler 102 es una estrella un poco más
pequeña que el Sol y posee cinco exoplanetas, mientras que Kepler 407 es
ligeramente mayor y tiene dos planetas. Sin embargo, Kepler 407 se
caracteriza por tener una mayor proporción de silicio que Kepler 102 y
que el Sol, así que es de suponer que sus planetas también gozan de esta
diferencia.
Y para saber en qué se traduce esa mayor proporción de silicio en un
planeta, el grupo de Teske se dirigió al geofísico Cayman Unterborn para
que realizase simulaciones numéricas sobre la formación planetaria en
este tipo de sistemas. La conclusión es que los planetas terrestres
alrededor de estrellas como Kepler 407 podrían ser mundos granate.
Por supuesto, una simulación numérica dista mucho de ser una prueba
de la existencia de este tipo de planetas, pero sin más datos a nuestra
disposición y teniendo en cuenta la lejanía de estas estrellas no
tenemos más remedio que acudir a ellas. Y tendremos que hacerlo durante
las próximas décadas o siglos hasta que dispongamos de mejores datos
sobre la composición de los exoplanetas de masa terrestre. La lección
que podemos sacar es que tener una masa y una densidad similares a las
de la Tierra no es garantía de que estemos ante un mundo igual al
nuestro.
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