El núcleo “borroso” de Júpiter o el misterio del interior de los planetas gigantes
El principal objetivo de la misión Juno
de la NASA es determinar si Júpiter tiene un núcleo y, en caso
afirmativo, cuáles son sus dimensiones. A primera vista nos puede
parecer un hecho sin especial trascendencia, hasta que nos damos cuenta
de que se trata de una afirmación cuanto menos extraña. ¿Cómo no va a
tener núcleo un planeta? Los mundos del sistema solar han tenido 4.600
millones de años para experimentar una diferenciación drástica. Es
decir, los elementos y compuestos pesados tienen que haberse hundido
hasta al fondo, dejando tras de sí las sustancias menos densas. Por eso
los planetas rocosos como la Tierra tienen un núcleo de elementos
pesados como el hierro y el níquel. ¿Por qué iba a ser Júpiter
diferente?
El planeta más grande del sistema solar está formado principalmente
por hidrógeno y helio, los elementos más ligeros y abundantes del
Universo. De tener un núcleo, el de Júpiter tendría una pequeña fracción
de su masa. Y sin embargo su tamaño es crucial para entender la
formación del planeta y, por extensión, la del sistema solar. La
existencia de un núcleo en la Tierra es fácil de entender: nuestro
planeta surgió a partir de la fusión de planetesimales de composición
rocosa y metálica principalmente. Cuando la prototierra tuvo un tamaño
adecuado, el calor resultado del choque entre objetos y de la
desintegración de elementos radiactivos fundió el interior, permitiendo
que los elementos más pesados se fueran al centro. Y asunto resuelto.
Este modelo es el que se conoce como acreción del núcleo y es el que
tradicionalmente se ha invocado para explicar la formación del sistema
solar. Según este modelo el núcleo de Júpiter, rico en metales, roca y
hielos, se formaría primero y la creciente gravedad del mismo permitiría
retener los elementos más volátiles como el hidrógeno y el helio en una
fase posterior. El problema con la mayor parte de variaciones de este
modelo es que Júpiter habría tardado demasiado en formarse, aunque el
verdadero talón de Aquiles del modelo es cómo explicar la formación de
planetas gigantes alrededor de estrellas de muy baja metalicidad (con
pocos elementos pesados) o a distancias superiores a las 20 Unidades
Astronómicas. Por eso hace varias décadas se propuso otro modelo
alternativo denominado inestabilidad de disco. De acuerdo con esta
teoría los planetas se formarían muy rápidamente a partir de zonas más
densas del disco protoplanetario. Este modelo es el favorito para
justificar la formación de Júpiter y de hecho es capaz de explicar la
formación de gigantes gaseosos tanto pobres como ricos en metales,
enanas marrones e incluso, en algunos casos, planetas rocosos. Por
contra, su punto débil son los planetas de tipo gigante de hielo como
Urano y Neptuno (que, sin embargo, explica muy bien el modelo de
acreción del núcleo).
Ahora bien, ¿cómo saber qué pasos siguió Júpiter durante su
formación? Pues la clave es el núcleo. Los planetas formados por
inestabilidad de disco pueden tener núcleos en su interior, pero solo
este modelo es capaz de explicar la ausencia de un núcleo de grandes
dimensiones en el interior de Júpiter. Por supuesto, ambos modelos
pueden ser complementarios. La inestabilidad de disco podría ser el
mecanismo dominante durante los primeros cientos de miles de años de
formación de un sistema planetario, mientras que la acreción del núcleo
sería dominante durante los millones de años posteriores. La acreción
del núcleo es la teoría que mejor se ajusta a todos los planetas del
sistema solar, aunque por contra también es el modelo que sale peor
parado a la hora de explicar la formación de algunos exoplanetas
descubiertos durante los últimos años. Pero mucho cuidado, el hecho de
que no haya un núcleo no implica necesariamente la victoria de la
inestabilidad de disco: ciertos modelos recientes apelan al modelo de
acreción del núcleo para explicar la formación de Júpiter, pero sugieren
que mucho después el núcleo fuertemente diferenciado desaparecería por
acción de corrientes convectivas y la erosión de la capa de hidrógeno
metálico.
Entonces, ¿cómo podría ser el interior de Júpiter sin un núcleo
definido? Además del núcleo, los modelos incorporan una ‘envoltura’
dividida en dos partes: la exterior, que incluye la atmósfera visible
con gran abundancia de hidrógeno y helio, y la interior, también
compuesta principalmente por hidrógeno y helio, pero con más elementos
pesados. La separación entre estas dos partes de la envoltura se debe a
que a cierta profundidad el hidrógeno líquido se convierte en metálico.
Al mismo tiempo, el helio se vuelve insoluble en el hidrógeno metálico,
por lo que ‘llueve’ precipitándose hacia el interior (también se ha
propuesto una lluvia similar de neón en regiones más profundas). Con
respecto al centro del planeta, conviene recordar que aunque los modelos
de inestabilidad de disco permiten la ausencia de un núcleo denso en
Júpiter y Saturno, en el caso de este último planeta se considera más
probable que haya algún tipo de núcleo clásico definido. La sonda
Cassini duranye su misión Grand Finale podrá ayudar a determinar si esta
suposición es cierta o no.
Si Júpiter tiene un ‘núcleo borroso’ estaríamos hablando de una
región de composición relativamente homogénea en la que la proporción de
elementos pesados aumentaría progresivamente a medida que nos movemos
hacia el centro del planeta. Las sustancias más abundantes del núcleo
—agua, dióxido de silicio, óxido de magnesio y hierro— son todas ellas
solubles en hidrógeno metálico, permitiendo la ausencia de fronteras
internas. Este núcleo poco definido de elementos pesados mezclados con
hidrógeno y helio no sería necesariamente simple. Según el gradiente de
composición podrían haber corrientes convectivas que se encargarían de
crear capas adicionales. La sonda Galileo detectó proporciones de
elementos pesados en la atmósfera de Júpiter tres veces superior a la
media del sistema solar, con excepción del oxígeno. Este dato podría ser
una indicación de que los elementos pesados están repartidos por todo
el interior del planeta. O no, porque una complicación adicional que no
hemos mencionado es que resulta muy difícil modelar una ecuación de
estado para el interior de Júpiter, en cuyo centro se alcanzan presiones
del orden de ochenta millones de atmósferas y temperaturas cercanas a
los diez mil Kelvin.
Resumiendo, si la sonda Juno encuentra un núcleo en Júpiter sería
todo un espaldarazo para el modelo de acreción del núcleo a pesar de los
varapalos de los últimos años. Pero si no encuentra ninguno o su tamaño
es muy reducido el modelo de inestabilidad de disco no debería cantar
victoria, ya que originalmente pudo existir un núcleo que luego resultó
disuelto. Ahora mismo no sabemos si Júpiter tiene o no un ‘núcleo
borroso’, pero lo que sí está claro es que para entender el origen del
sistema solar debemos entender cómo es el interior del gigante joviano.
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